Quien no ha discutido alguna vez con un amigo sobre temas polémicos como los deportes, o incluso sobre cual es el mejor sistema político actualmente.
Lo que está claro, es que la meta en todo esto es destruir los fundamentos de la otra persona: se discute y se dan pruebas empíricas, con el objetivo de sembrar la duda. ¿Y qué obtenemos? Todo lo contrario. Le reforzamos y nuestro sujeto empieza a dar respuestas mejor pensadas y más categóricas. En conclusión, la duda crea en nosotros un efecto rebote, que nos hace reafirmarnos y dar respuestas más aireadas de nuestras convicciones.
Aunque esto ya lo sabíamos, unos psicólogos de la Northwestern University, David Gal y Derek Rucker, publicaron un artículo en la revista Psychological Science, en la que describían estos tres experimentos:
1. Cogieron a un grupo de 150 voluntarios, y a una mitad, se les incitó a pensar en una situación desfavorable que les había hecho sentir muy inseguros. Y a la otra mitad, se le pidió que recordaran situación que les habían reafirmado. A continuación, se les pidió a todos, que escribieran en un papel, su convicción con el tipo de dieta que seguían y los argumentos para defenderlo frente a otras opiniones. Curiosamente, los que habían recordado sucesos desfavorables, escribieron argumentos más largos, y más categóricos.
2. Se escogió a un centenar de estudiantes que preferían los ordenadores Mac's a los PC y, como antes, se les indujo la duda. A continuación, hicieron dos subgrupos más, y a uno de ellos se les pidió que imaginaran cómo convencer a un fanático de Windows, y la otra mitad, a personas sin fuertes preferencias. No encontraron diferencias, pero frente al defensor de Windows, los estudiantes seguros de sí mismos, empleaban menos palabras y tiempo para defender sus ideas que los inseguros. Ésto demuestra que la convicción que percibimos en nuestro adversario intelectual nos hace escorarnos más o menos en nuestras ideas.
3. A 88 estudiantes se les pidió que expresaran sus opiniones acerca de la experimentación con animales, pero a la mitad de ellos se les obligó a hacerlo con la mano contraria a la que escribían (técnica para crear inseguridad en psicología). Al finalizar, éstos reconocieron que se sintieron más inseguros, pero ello no les impidió escribir respuestas más largas, y más contundentes.
En conclusión, aquellas personas que se ven intelectualmente amenazadas, responden con argumentos más sólidos que aquellas que se creen muy seguras.
Así que a partir de ahora, reservemos nuestras mejores cartas para el final de la partida. Uno nunca sabe cuándo debe utilizarlas.
Lo que está claro, es que la meta en todo esto es destruir los fundamentos de la otra persona: se discute y se dan pruebas empíricas, con el objetivo de sembrar la duda. ¿Y qué obtenemos? Todo lo contrario. Le reforzamos y nuestro sujeto empieza a dar respuestas mejor pensadas y más categóricas. En conclusión, la duda crea en nosotros un efecto rebote, que nos hace reafirmarnos y dar respuestas más aireadas de nuestras convicciones.
Aunque esto ya lo sabíamos, unos psicólogos de la Northwestern University, David Gal y Derek Rucker, publicaron un artículo en la revista Psychological Science, en la que describían estos tres experimentos:
1. Cogieron a un grupo de 150 voluntarios, y a una mitad, se les incitó a pensar en una situación desfavorable que les había hecho sentir muy inseguros. Y a la otra mitad, se le pidió que recordaran situación que les habían reafirmado. A continuación, se les pidió a todos, que escribieran en un papel, su convicción con el tipo de dieta que seguían y los argumentos para defenderlo frente a otras opiniones. Curiosamente, los que habían recordado sucesos desfavorables, escribieron argumentos más largos, y más categóricos.
2. Se escogió a un centenar de estudiantes que preferían los ordenadores Mac's a los PC y, como antes, se les indujo la duda. A continuación, hicieron dos subgrupos más, y a uno de ellos se les pidió que imaginaran cómo convencer a un fanático de Windows, y la otra mitad, a personas sin fuertes preferencias. No encontraron diferencias, pero frente al defensor de Windows, los estudiantes seguros de sí mismos, empleaban menos palabras y tiempo para defender sus ideas que los inseguros. Ésto demuestra que la convicción que percibimos en nuestro adversario intelectual nos hace escorarnos más o menos en nuestras ideas.
3. A 88 estudiantes se les pidió que expresaran sus opiniones acerca de la experimentación con animales, pero a la mitad de ellos se les obligó a hacerlo con la mano contraria a la que escribían (técnica para crear inseguridad en psicología). Al finalizar, éstos reconocieron que se sintieron más inseguros, pero ello no les impidió escribir respuestas más largas, y más contundentes.
En conclusión, aquellas personas que se ven intelectualmente amenazadas, responden con argumentos más sólidos que aquellas que se creen muy seguras.
Así que a partir de ahora, reservemos nuestras mejores cartas para el final de la partida. Uno nunca sabe cuándo debe utilizarlas.
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